Cada vez que te marchas, sostengo tus dedos entre los mios y luego te respiro. Te has convertido en mis cielos estrellados, y tus ojos son ese puente cristalino entre tu alma y la mía, eres mi definición de vida, esa que no intento comprender si no que me aferro a ella con todo mi ser.
Cada vez que te marchas, extirpas con bisturí mis palabras, mis cielos y mis mañanas, todo eso que me habita, y me quedo incompleto, vacío, el reloj se vuelve mi verdugo insaciable, y yo me vuelvo sombra, me vuelvo viento.