Autor: Pablo
Año: 60-62 d.C durante su primer encarcelamiento en Roma. Pablo recibió permiso para vivir en una casa alquilada, vigilado por un guardia durante dos años, esperando el juicio tras apelar a Cesar.
Destinatario: Filipos, colonia romana en Macedonia, ciudad principal; hoy norte de Grecia. Primera ciudad europea donde Pablo fundó una congregación cristiana, aproximadamente diez años antes de enviarles la carta. Los primeros creyentes fueron Lidia, comerciante rica y exitosa, originaria de Tiatira, vendedora de púrpura (tinte, telas, ropa o tapices) y el carcelero. Tenían ciudadanía romana y por ende orgullo de identidad romana. En su mayoría eran gentiles.
Motivo:
1- Agradecer todo lo que enviaron.
2- Explicar por qué envió de vuelta a Epafrodito.
3- Dar detalles de su situación en Roma.
4- Animarlos a permanecer unidos.
5- Prevenirlos de enseñanzas falsas.
Paralelismo entre la carta a los filipenses de Pablo y “Martes con mi viejo profesor”
Pablo está en cadenas, pero escribe con una alegría y esperanza que desarman al lector. Su prisión no es solo física; también hay limitación corporal en sus palabras, quizás la edad, el cansancio o simplemente la limitación humana en comparación a su esperanza celestial. Por otro lado Morrie, está atrapado en su cuerpo por la enfermedad. En ambos surge la sabiduría que nace cuando la vida se acorta al borde de la muerte. Ambos descubren que cuando el cuerpo y la libertad se apagan, lo esencial queda al descubierto, desnudo: el amor, la fe y la esperanza, como una flama tenue que se alimenta de lo eterno.
Pablo enseña desde su celda, Morrie desde su sala, ambos hablan sobre la libertad interior.
Como escribió Rousseau: “El hombre ha nacido libre, y sin embargo, vive en todas partes entre cadenas.” Esas cadenas pueden ser literales o simbólicas: el cubículo en el que pasamos diez horas al día, la cerradura que asegura nuestras puertas, la mente, o la propia conciencia de nuestra mortalidad. Todos, de una u otra forma, estamos encadenados. Pero pocos adquieren verdadera perspectiva.
Pablo escribió: “si vivo es para Cristo y si muero es ganancia”. Aquí radica la libertad que nadie puede arrebatarnos, ni gobiernos ni hombres ni cadenas literales o la muerte misma; porque la vida es la oportunidad de reflejar nuestra unión con Cristo y morir es el cumplimiento de esta. Morrie dice: “Aprende cómo morir , y aprenderás cómo vivir”. El sentido de la vida no radica en su prolongación sino en la entrega de esta a Dios. La muerte, entonces, es la revelación del sentido, la confirmación no de una derrota sino de una victoria.
Capítulo 1
13 “porque toda la guardia pretoriana y todos los demás saben que llevo estas cadenas por causa de Cristo. 14 Y ahora la mayoría de los hermanos en el Señor han ganado más confianza gracias a mis cadenas y están demostrando más valor para hablar de la palabra de Dios sin temor.”
¿Cuáles son mis cadenas? ¿Mi mortalidad? ¿Mi lucha interna? ¿O algo más profundo, algo que quizás aún no logro ver? Tal vez son esas fuerzas invisibles que me limitan, lo que a veces me impide sentir o moverme con libertad, pero que al mismo tiempo me conceden perspectiva. No me definen; se vuelven instrumento de testimonio, tal como aquel hombre que mira su ego a los ojos pero no le cede el control, lo canaliza, lo “aporrea” hacia lo correcto.
La certeza de que el tiempo deja caer su peso sobre el cuerpo es la perspectiva que sólo se adquiere viendo a través del lente que otorga los años, con los vértices erosionados de nuestros cuerpos; desde la limitación, las cualidades cobran sentido.
Sin embargo, desde lo más profundo del ser surgen otras batallas, “espinas clavadas en la piel” que perfeccionan el poder de Dios en nuestra debilidad, en nuestro camino. Las cadenas internas, esos rincones en los que Jah trabaja con intimidad; la herida convertida en taller de alfarería. Así la constelación de heridas, la alquimia de abismo y grietas, ver el dolor sin máscara, a flor de piel, nos hace más humanos, más creíbles. El secreto entonces, radica en no sentir vergüenza por las cadenas, sino llevarlas como testimonio del amor de Jehová en nosotros.
“21 Porque, en mi caso, si vivo es para Cristo y si muero es ganancia. 22 Ahora bien, si debo seguir viviendo en este cuerpo, eso es fruto de mi trabajo. Sin embargo, no doy a conocer lo que escogería. 23 Estoy dividido entre estas dos cosas, pues deseo la liberación y estar con Cristo, lo que sin duda es mucho mejor. 24 Pero, por el bien de ustedes, es más necesario que yo siga viviendo en este cuerpo.”
Resulta fácil identificarse con el sentimiento detrás de estas palabras. Para Pablo, la muerte significaba libertad, estar con Cristo, un destino incomparable con su vida en la tierra.
Para nosotros, la muerte es la confirmación de una vida dedicada al servicio de Dios, es dejarnos caer por completo en las manos de Jah, un paréntesis entre la guerra y el galardón. Es cerrar los ojos y abrirlos en el nuevo mundo que nos ha prometido, la muerte se convierte entonces en una estación de tren, es tomar el subterráneo hacia lo perfecto, la estación donde dejamos atrás las cadenas de la imperfección y abordamos hacia lo eterno.
Capítulo 4
7 y la paz de Dios, que está más allá de lo que ningún ser humano puede entender, protegerá sus corazones y sus mentes por medio de Cristo Jesús.
Salomon escribió: “Porque mucha sabiduría trae mucha frustración, de modo que el que aumenta su conocimiento aumenta su dolor.” en contraste Descartes escribió: “Dubito, ergo cogito, cogito, ergo sum” (Dudo, por lo tanto pienso, pienso, por lo tanto existo) Instalando la angustia moderna en la mente del ser humano: si solo existo en la medida en que pienso, entonces, dejo de existir en cuanto dejo de entender o cuando pierdo el control. La sobre intelectualización de una situación es cada vez más y más común, pensamientos rumiantes que vuelven a cada momento con el fin de entender a cabalidad cada pequeño detalle de una situación. Lejos de traer paz, solo incrementan el dolor; se convierten en prisión, en el peso de nuestras cadenas, en el reflejo del ego intentando controlar lo incontrolable. Resulta imposible, entonces, para el ser humano alcanzar la Paz de Dios, no importa qué técnica se aplique, que meditación se utilice, medicamento se tome o terapeuta se visite, La paz de Dios solo se obtiene de una relación íntima con Él porque es parte del fruto que su espíritu produce, la verdadera paz no nace de la razón sino de la unión con Dios.
Cuando la mente intenta comprenderlo todo, se desgasta, se erosiona como la roca que es golpeada por las olas; en cambio, el corazón, cuando se entrega, encuentra descanso y paz en las manos de su creador.
12 Sé vivir con poco y sé vivir con mucho. En todo y en cualquier circunstancia he aprendido el secreto de estar satisfecho y de pasar hambre, de tener mucho y de no tener nada.
¿Cuál es el secreto sagrado? Pablo lo había revelado antes en su carta, cuando escribió: "Por él he aceptado la pérdida de todas las cosas y las veo como un montón de basura, para ganar a Cristo.” El secreto no radica en una técnica de autocontrol o resignación, sino en la renuncia de los deseos egoístas del ser, dejar de pertenecer al yo para ser posesión exclusiva de aquel que nos compró.
Cuelguen entonces las cadenas, regocíjense en el gozo que surge de la unión con Jehová nuestro Dios y su hijo, Cristo Jesus, y alégrense en la debilidad que perfecciona su poder.